La explicación a este fenómeno tal vez se centre en que el reggaetón, como ningún otro ritmo antes, ha logrado convertirse en algo más que un baile insolente para afirmarse como un estilo de vida que responde al ideal latinoamericano por excelencia. Nunca antes habían sido tan interdependientes las palabras conjugadas que permiten que cualquier persona común pueda cantar la letra de que tratan los temas. El reggaetón es el punto más elevado y "artístico" de la ideología traquetera; es la validación musical del principio mafiosesco "yo hago mis propias reglas"; es la ratificación de la antigua y muy paternal frase "porque sí, porque soy yo"[1].El reggaetón no es más que el reflejo de la violencia como forma de vida, de la arrogancia como creencia y de la insensatez como religión; por esto mismo se presenta como el perfecto medio de expresión para las personas donde el oro blanco es dios.
Este género musical se ha impuesto como una forma distinta para hacer dinero sin dejar a un lado la mentalidad mafiosa que habita en cada individuo.
El reggaetón vino para quedarse, y su éxito no es el resultado de una moda pasajera que triunfó, sino el elevar sus líricos a un nivel superior. Al igual que los ciertos ritmos, ha sido criticado y repudiado por algunos grupos sociales, entre ellos los llamados “ilustrados” (literatos), alegando siempre por la vulgaridad de su baile y la simplicidad de su lírica. Pero no hay sino que esperar para que pase su época y entonces dichos grupos lo admitan y hasta teoricen con él de la misma manera que ocurrió con la salsa y el tango; los cuales en su momento de mayor furor fueron tratados como el reggaetón, estableciéndolos como música de populacho, simple y vulgar.
[1] ANDRADE, Ricardo Manuel “Una generación contaminada” El País Enero 30, 2005
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